Existen, o más bien diría que, inventamos los cuentos de hadas. Son esos que leemos para dormir a un niño plácidamente, evitando que no tenga pesadillas y, a la vez, inculcarle esa pequeña mentira que el tiempo desvelará de que las personas, en general, son buenas, y esa gran mentira de que los malos siempre pierden.
Existe la ciencia-ficción. Podríamos decir que se acercan un poco más a la realidad. Quizás no tanto en la parte de naves espaciales y extraterrestres, pero nos enseña que para ganar -cosa que suele pasar en estos relatos- hay que luchar por ello y no darse por vencido nunca. Y nos enseña a soñar. Soñar que la inteligencia va más allá de este planeta, que aún quedan mundos por descubrir..
Existen esas novelas históricas que nos muestran la cruda realidad del pasado. Que en un intento por evitar errores ya cometidos tomemos nota. Pero dicen que la historia se repite. Y eso, sí que es real.
Sin olvidarnos claro de las de misterio. Éstas, sin lugar a duda, están entre mis favoritas. No el misterio de casas encantadas por fantasmas, o un zombie escapando de su tumba y buscando una víctima. Me gusta más ese juego psicológico creado por algún psicópata con serios trastornos mentales que escoge puntillosamente a sus víctimas. ¿Por qué me gusta tanto? Probablemente porque me parece más cercana la posibilidad de que esto pase a la de que nuestras vidas se conviertan en esa película romántica en la que el chico guapo acaba con la chica guapa.
Pero, ¿qué hay más falso que el cuento de la princesa secuestrada por su madrastra y rescatada por el príncipe azul al que nunca ha visto? Sí, sin lugar a dudas las autobiografías son las historias menos fiables. Consciente o inconscientemente nos victimizamos a nosotros mismos quitándoles la razón al resto y exagerando "un poco" nuestra situación, omitiendo esos detalles que resultan ser importantes para la historia, pero no para nuestro punto de vista.
En definitiva con las historias creamos un mundo con el que pretendemos cambiar la visión de los demás, no hay más que ver los periódicos y su forma de deformar la realidad. Pero una cosa está clara, soñar está bien en su justa medida, pues si nos dejamos llevar demasiado por fantasías acabaremos por perder la cabeza al darnos cuenta de que éstas nunca se cumplirán.
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